miércoles, julio 05, 2006

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CAPITULO 2: EXISTIR EXISTIENDO

15 minutos después, Morgan llevaba 12 minutos frente a su puerta. Su mano derecha estaba apoyada sobre la superficie de la puerta, sin ejercer ninguna presión ni realizando movimiento alguno. De pie, completamente inmóvil, su cara reflejaba a la perfección el pasmoso estímulo que recibía a través del contacto con la superficie de la puerta conducido por su mano, y convertido en el hemisferio izquierdo de su cerebro ya en una sensación. Para ser más exactos, en la sensación de frío, un frío metálico.

Esto no es en absoluto pasmoso para nadie, excepto si añadimos a la situación el hecho de que la puerta de Morgan, la que separaba su pequeño apartamento del resto del mundo era de madera.

Y Morgan, ahí parado frente a su puerta, no era capaz de relacionar ese frío metálico con la superficie de la puerta que estaba viendo, y vivía en su interior un furioso debate que solo podía acabar sacándose los ojos o cortándose las manos.

Y en esas estaba, cuando un grito lejano, o no tanto, le sacó de su absorción con la delicadeza de un Colt calibre 38.

- ¡!Maldita sea, vete ya¡¡-era, por supuesto, el espejo- Un espejo también necesita algo de intimidad. Y ciertamente, estoy algo cansado de tu existencia, veta de una vez y espero no volver a verte.

Morgan quedó dubitativo durante un momento, pensando si la forma correcta de contestar era comenzando la frase por un sujeto, un predicado, o un mecagoentuputamadre.

-Oye-contestó ya, desprendiendo la mano de la puerta y mirando hacia el interior de la casa.- Tal vez te hayas olvidado de que esta es mi casa. Incluso puede que te hayas olvidado de que me planteo seriamente acabar con tu existencia, y puede, añado, que te hayas olvidado también de que no tienes piernas para huir.- descansó unos segundos para tomar aire- Así que, si yo fuera tu, tendría mas cuidado con las cosas que digo y asumiría, por supuesto, que antes o después, volveré a mi casa.

Morgan disfrutó entonces de un silencio que aparentaba ser definitivo, y comenzaba a degustar el gustoso pero escaso sabor de la victoria, cuando el espejo añadió.

- No me refería a que no volvieras desde el punto de vista de tu existencia, me refería a que no volvieras desde el punto de vista de la mía. Es decir, quiero que desaparezcas ya. ¿Sabes? No se como se le explican estas cosas a una alucinación. En fin- dijo el espejo con voz seria, casi penosa- mírate. ¿No crees que eres algo raro? Puedes moverte y no eres en absoluto reflectante…¿nunca has pensado que puede que no seas mas que un producto de mi imaginación?¿De veras te crees con…conciencia y una vida plena? No se-añadió entre murmullos para terminar-, no se si el limitado concepto de tu existencia te permitirá valorar como posible la no-existencia…

Morgan era capaz, y bien lo reflejaba su cara, de diferenciar realmente lo pasmoso y lo que no pasaba de curioso. Eso, lo que acababa de oír, si era realmente pasmoso y no una sensación errónea a través de los sentidos. Sin duda alguna, si existía una definición de lo pasmoso, el mejor ejemplo sería indudablemente que un espejo parlanchín te acusara de ser un producto de su imaginación. Cuando estuvo recuperado del shock producido por la parrafada del espejo, Morgan caminó hasta su habitación-comedor, no muy lejos de la puerta, y se sentó al borde de la cama, frente al espejo. Se quedó ahí un momento, valorando la situación y mirando fijamente al espejo, que no decía nada, dando lugar ambos al inicio de una pequeña guerra fría dialéctica.

- Espera- se decidió al fin Morgan-…¿Qué? ¿Qué yo soy una alucinación tuya? Tío, tu eres un espejo que habla, como mucho tu serías una alucinación mia. En fin…¿ves algún otro mueble por aquí con capacidad de habla?

- Tampoco veo ningún otro ser con capacidad de movimiento por aquí…

Morgan quedó pensativo y fue consciente, por vez primera, de lo ardua que sería esa conversación.

- De acuerdo, pero…debes saber que yo soy consciente plenamente de mi existencia, es decir, desde luego que físicamente estoy aquí y desde luego que tengo un alma y una conciencia. También poseo capacidad de razonamiento…y…ciertamente, creo que lo menos razonable que puedes sacar de mi es el hecho de estar discutiendo contigo si existo o no.

- Exacto -replicó rápidamente el espejo- tu lo has dicho. Estas discutiendo con un espejo sobre tu existencia, y ni siquiera he necesitado insistir mucho. Cada vez estoy mas convencido de que te he imaginado.

- ¿Sabes? –dijo Morgan, al que comenzaba a molestarle y bastante esa conversación- ya se como solucionarlo. Cogeré este jarrón y te lo tiraré. Si soy una alucinación, no te pasara nada, y si no lo soy, habré vencido, y celebrare mi existencia bailando alrededor de tu cadáver.

- Nadie ha dicho nada aquí de que ese jarrón no sea real.

- Cierto…no se…¡!Ya se!!- gritó Morgan mientras su frente se iluminaba con el resplandor de una bombilla- háblame de ti. Hablándome de ti, te darás cuenta de que no tienes ningún recuerdo, verás lo absurda que es tu existencia y acabaras por darme la razón, y en consecuencia, desaparecer. Al menos- rectificó- dejar de hablar, Si piensas desaparecer espero que me reembolsen el dinero.

- Muy bien, me parece justo- comentó alegre el espejo- ¿Qué quieres saber?

- Háblame un poco de ti

- Pues…aquí estoy.

- Ya se que aquí estas- Morgan, de nuevo, se exasperaba con lo que parecía una conversación infinita- Se un poco más concreto. ¿Cómo has llegado a mi pared?

- Jajaja, ¿Qué como he llegado? Soy un espejo, estoy aquí…sin más.

Morgan comenzaba a mordisquearse el labio inferior en signo de molestia y se limitó a mirar fijamente al espejo.

- En serio-añadió el espejo- Así es mi raza. Aparecemos sin más en una pared, y aquí estoy.

- Bien. Lo aceptaré…¿Tienes padres?

- Observo -dijo el espejo- que tienes ciertos problemas para asumir mi afirmación de ‘sin mas’. ¡Sin mas¡ Y aquí estoy.

- ¿Y no te parece algo raro no conocer a mas como tu? ¿Estar solo y eso?

- ¿Más como yo? No hay mas como yo. Soy un espejo de la raza de los espejos y no existo más que yo. ¿Acaso tu afirmas que hay más como tu? Porque me gustaría verlos.

- Claro que lo hay- afirmó Morgan vislumbrando algo de esperanza en la conversación- buscaré un periódico y lo verás tu mismo. Y veras como ese periódico no hace referencia a espejos que hablan. Ahora que lo pienso- Morga quedo pensativo- ¿Cómo pude comprarte en una tienda si no existen los espejos parlanchines?

- ¿Siendo una alucinación mía?

- Dejaremos eso para después- dijo Morgan mientras buscaba algún periódico o revista, sin suerte para el. ¡Maldita sea! –gritó enojado-¡Ni una puta revista!

- Si quieres puedo hacer un esfuerzo por imaginar una, y así podrías demostrarme tu existencia…

- ¡¡Cállate!!- cortó Morgan enfurecido- Mierda…-dijo, intuyéndose ya la desesperación que se escondía bajo la furia- tiene que haber algún modo de que lo entiendas…

- No hay ninguno amigo. Lo mejor será que te tumbes, lo reconozcas y te limites a desaparecer.

Morgan escuchó atentamente las palabras del espejo, y vio al fin, la que esperaba que fuera la luz al final del túnel. Se tumbó en la cama.

- Tienes razón. Me tumbaré y puesto que tu tienes razón, desapareceré. Hasta siempre.

- Adiós- dijo satisfecho el espejo-

Morgan permaneció tumbado por más de dos horas mirando fijamente al espejo, que no dijo ni una palabra durante todo ese tiempo, hasta que rompió el silencio con un susurro.

- Cabrón. Demostrar su existencia simplemente existiendo…será cabrón.

Morgan, desde la cama, esbozó una sonrisa.

jueves, junio 22, 2006

Los pequeños doce puntos de construcción transenáutica

CAPITULO 1: Los pequeños doce puntos de construcción transenáutica

Cuando el espejo de la habitación-comedor de Morgan Hurley vio salir a este mismo, recién despertado, de debajo de su cama, no tardo ni un segundo en emitir un alarido tal que atragantó a medio universo su clásico desayuno de copos de maíz tostados, tomados según la antigua tradición de lanzárselos los unos a los otros tratando de encestarlos en la boca del comensal opuesto. Aquellos que tenían cierta habilidad, se permitían el lujo de un trabajo con horarios estrictos, y los demás, se dedicaban a labores mas bohemias. Ni que decir tiene que los solteros, viudos y divorciados se habían acostumbrado ya a solo dos comidas diarias.

Como decíamos, el espejo de la habitación-comedor de Morgan Hurley quedó horrorizado ante la visión que se mostraba ante él, y así lo había expresado al mundo. Morgan, por su parte, estaba ya acostumbrado, o intentándolo. El vendedor le había hablado de las múltiples ventajas de adquirir un espejo hipocondríaco obsesionado con la moda, pero en absoluto había hecho mención alguna a las pausibles desventajas que acarreaba esta adquisición, tales como los alaridos, las alarmas y los múltiples desprecios estéticos. De hecho, a Morgan le fascinaba que el jodido espejo aún no se hubiera acostumbrado a su cara.

Cuando lo compró, el espejo pasó todo el trayecto en coche comentando lo hortera que resultaban los muñecos en el salpicadero, lo pasado de moda que estaban las tapicerías de cuero y, en general, lo poco que valoraba él, en su humilde opinión de espejo hipocondríaco, la falta de innovación de los vehículos actuales.

Tras instalarlo, Morgan no tardó en aceptar con resignación que no tendría más remedio que aceptar los gritos e insultos del espejo cada vez que lo veía, lo que le llevo, al contrario de lo que vosotros pensabais, a dormir debajo de la cama en busca de algo de paz. También debemos decir, en honor a la verdad y retomando el hilo, que la cara de Morgan al despertar cada mañana bien podía quitar el hipo.

- Escucha- le dijo al espejo parado en medio de la habitación, ataviado tan solo con unos calzoncillos que no disimulaban en absoluto la erección matutina y dedicando ambas manos a la ardua labor de rascarse, con la mano derecha la cabeza, con la izquierda los genitales, comprobando ya de paso que todo estaba en su sitio- Tampoco tu eres para tirar cohetes. Ni siquiera tienes el marco blanco, como yo quería…¡¡Y ya llevas dos años aquí – añadió a gritos mientras salía de la habitación-comedor- ve acostumbrándote, o tal vez me canse de dormir en el suelo y acabes haciendo valoraciones estéticas desde el fondo de un cubo de basura!!.

- ¡¡Blanco¡¡ - Replicó el espejo con la aguda y desquiciante voz que le caracterizaba -. Blanco dice, ¡el blanco a muerto! ¡También el superocho y los cristales ahumados, por si nadie te ha informado!. El blanco resaltaría demasiado en este ambiente, llamaría la atención, además, ¡de que te quejas! –continuó – Yo solo necesito pequeños cambios que hagan más fáciles nuestra convivencia, y tu te dedicas a atentar contra el buen gusto a cada bocanada de aire que tomas. Somos dos aquí, sabes…y…mierda, ya me has hecho llorar. –terminó entre sollozos.

Morgan, desde el aseo, encontró el suspiro perfecto para la ocasión, entre la desesperación y el alivio, y frente a otro espejo, uno que se cuidaba muy mucho de dar su opinión (porque era un objeto inerte, lógicamente), notó que necesitaba un repaso a sus pequeños doce puntos de construcción transenáutica.

Los pequeños doce puntos de conducción transenáutica era un corte de pelo que había estado muy de moda en los años 80, pero para el que había pasado indudablemente su época dorada, aunque Morgan, ajenos a los devenires del estilismo universal. No se había percatado de ellos.

El espejo de la habitación-comedor, sí.

El corte consistía en un más que complicado proceso matemático equivalente a una ecuación algebraica con doce incógnitas, representantes cada una de ellas de doce aristas craneales imaginarias, cuyos valores se correspondían con diferentes parámetros como el tamaño de la cabeza, el color de ojos, o la política internacional, por citar algunos.

Lo que poca gente sabía es que este rasurado había sido concebido muchos años atrás por un niño, hijo de madre soltera y ocupada, que como trastada del día había optado por secuestrar las tijeras del pescado y cortarse el pelo a si mismo, produciéndose ciertamente un lamentable destrozo.

De cómo paso esta catástrofe a ser conocida como los pequeños doce puntos de construcción transenáutica, sólo es responsable una eficiente y costosa campaña publicitaria.

Además de lo dicho, hay que añadir que este no era un corte de pelo demasiado bien visto por ciertos sectores, ya que produjo algunos cambios sociales que no gustaron en demasía a pilares poderosos de la civilización.

Hablamos, por supuesto, de la famosa polémica del 86. En este año, los pequeño doce puntos de construcción transenáutica era el único corte de pelo molón, o como solían decir entonces, molón, y todo aquel que así se consideraba lo llevaba en su cabeza. Tal fue así, que el soccer, o football, el deporte nacional por excelencia, tuvo que ser modificado, ya que resultaba imposible diferenciar a los jugadores, a pesar de llevar uniformes diferentes, números diferentes y el nombre impreso en las camisetas, dando lugar a que los propios jugadores pasaran el partido errando pases que mandaban directos al contrario ante un público que aplaudía o abucheaba de forma alternativa y azarosa al no estar seguro en ningún momento de lo que estaba pasando. Tras esto, y por el enorme parecido que empezaba a tener este deporte con el ya prohibido baloncesto femenino, se decidió realizar ciertas modificaciones al deporte. Se sustituyó a los jugadores por chimpancés con pantalones cortos, se sustituyó el balón por dos ladrillos situados al inicio del partido en 2 vértices opuestos del campo, y se recubrió el césped con una fina capa de gelatina. Además, se decidió que dejara de llamar soccer, por respeto al difunto ya deporte, y se le denominó a partir de ese momento como monker. Y respecto a las reglas poco puedo decir, ya que nadie jamás se interesó por ellas.

Como es de suponer, los puristas del soccer no encontraron en el monker la satisfacción de su viejo deporte, y, tras varios intentos de retomar el espíritu original del juego, (cosa que casi consiguen en el 92, cuando la propuesta de sustituir a los monos por exuberantes féminas en bikini y la gelatina por barro quedó a menos de 36 votos de ganar en las urnas) decidieron abandonarlo.

Esto les enseñó a todos algo muy valioso. Por un lado, que no se debe jugar nunca con la amplia mayoría social a la que los chimpancés con pantalones les resultan increíblemente divertidos, y por otro, que algunas modas pueden ser más que peligrosas.

Morgan, que ni que decir tiene que pasó su adolescencia forrando carpetas con las fotografías de los mejores jugadores de Monker, decidió convertir su cabeza en memoria histórica ambulante y se dejó, hasta el momento de forma perenne, los pequeños doce puntos de construcción transenáutica.

Y retomando a Morgan, frente al espejo inerte del baño y escuchando de fondo los quejidos y gemidos del espejo de la habitación-comedor, decidió que visitar la peluquería, ante la expectativa de otro día de masturbaciones solitarias y discusiones con un espejo, era una muy buena forma de ocupar la mañana.

miércoles, junio 21, 2006

(Y 3)

43 años después de ver la luz de sol por primera vez en su vida, aunque no lo recuerde, y 43 años después de que la luz del sol decidiese alumbrarle como nueva vida, y después de que le azotaran por primera vez, que le obligaran a llorar, que le dieran la primera lección.
42 años después de producirse unos primeros pasos que le llevaron directo a los brazos de otra sufrida madre de familia sin trabajo, que se lamentaba de las decisiones erroneas que había tomado y que constituían ya una cadena que llevaba al cuello.
41 años después de que su padre comentara a sus colegas, en el bar, entre jarras y ceniceros, lo listo que era el niño, que ya se sabia recitarse (mentira) la alineación del Madrid de memoria.
40 años después de unos insufribles dientes que le mostraron un dolor que amenazaba en la lejanía con esperarle tras los buenos momentos, aunque aún era un niño.
39 años después de comenzar su vida social rodeado de teléfonos con los que solo podía llamar a los picapiedra y de otras criaturas que también vieron el sol por primera vez hace 43 años.
38 años después de que atinara a darle una patada al balón y que este entrara ajustado al poste, haciendo a su padre soñar con la riqueza y fama rápida de una vida en el deporte de élite.
37 años después del babi, el nombre bordado y el bocata de nocilla.
36 años después de ingresar, como acto concienzudo de su padre, en los alevines del equipo de la capital.
35 años después de los primeros recuerdos que mantendría toda su vida, basados en su mayoría en luces y olores, y en una primera comunión humilde que le bañó en estuches de lapiceros y la ansiada bicicleta.
34 años después de que decidieran hacerle portero del equipo.
33 años después de que su madre regalara toda la ropa porque ya no le venía.
32 años después de que le acribillaran a collejas en el recreo después de que la profesora comentara públicamente que era el niño mas listo de la clase.
31 años después de aquella nota con la casilla NO marcada, en lugar del SI o el REGULAR, y 31 años después de la llantera correspondiente.
30 años después de ver como los mayores fumaban y llamar corriendo a sus amigos para contárselo, descubriendo entonces que ellos también lo hacían.
29 años después de que lo hicieran portero suplente del equipo, y 29 años después de la primera arcada provocada por ese asqueroso humo que le acompañaría toda su vida, aunque solo fuera por imitar.
28 años después de que vomitara por primera vez una combinación de malibu, cocacola y martini ingerida alrededor de las 9 de la noche en un callejón del barrio.
27 años después de entrar por primera vez a las discotecas de menores con una gran sonrisa dibujada en la boca, y 27 años después de que eyaculara en sus calzoncillos ante la promesa de lo que tenía delante, planteandose después, justo tras el portazo, que tendría malo dentro.
26 años después de aborrecer las disco-lights y de comenzar a ansiar la vida de adulto, el coche, el trabajo, y que a tomar por culo el equipo.
25 años después de comprobar que ya no era el más listo de la clase, que ni siquiera era listo, que no tenía dinero para el carnet del coche y que era momento de tomar una decisión.
24 años después de ser feliz trabajando en un super, sin estudiar y con el carnet del coche en el bolsillo.
23 años después de conformarse con la chica que menos le gustaba del grupo de las que no le gustaban demasiado.
22 años después del coche de tercera mano.
21 años después de marcharse de casa, que le den a los viejos, a un piso de alquiler con la chica y el coche que amenazaba con su autodestrucción en cualquier momento
20 años después de que el dinero no llegara
19 años después de las oposiciones a ingeniero técnico urbano
18 años después de la gran borrachera que supuso aprobarlas.
17 años después de que alguien le dejara claro que era alcantarillero, por muy ingeniero que se sintiera
16 años después de otro día gris de trabajo
15 años después de otro día gris de trabajo con discusión
14 años después de que alguien le dejara claro que no iba a vivir con un alcantarillero toda su vida, y le dejara solo
13 años después de otro día gris de trabajo y solo
12 años después de otro dia gris de trabajo, y solo
11 años después de otro dia gris de trabajo, y la muerte de su padre
10 años después de otro día gris de trabajo, y la palabra agonía
9 años después de otro día gris de trabajo
8 años después de otro día gris de trabajo
7 años después de otro día gris de trabajo
6 años después de plantearse seguir así o acabar con todo
5 años después de otro dia gris de trabajo
4 años después de otro dia gris de trabajo en el que la palabra suicidio tenía cada vez mas sentido
3 años después de otro día gris de trabajo en el que aspiraba, alli abajo, a quedarse para siempre
2 años después de otro dia gris de trabajo, y encima, sin Crónicas Marcianas
1 año después de decidir definitivamente que esto no iba a ninguna parte, y que mejor quitarse de en medio.
6 meses después de comprar lo necesario
3 meses después de llamar a viejos amigos para tomar una cerveza como si nada
1 mes después de llamar a su madre, para interesarse
1 día después de dejar todas sus cosas organizadas en cajas y maletas
La misma mañana en que ocurriría todo, después del trabajo, con la frialdad de lo premeditado, como el que quita las pilas a un juguete, bajó a las alcantarillas, a su peculiar ingeniería, a cumplir su obligación por última vez. Y allí entre tanto gris y negro, encontró un punto naranja, que no resultó más que el cadáver de un pez de pecera muerto, pero que le hizo ver algo de luz entre lo gris y pensar si tal vez eso podría ocurrir fuera de la alcantarilla.



Analisis forense, cierre y otro dibujo (2)


bueno pues con esto termina oficialmente la semana 640. Demasiao homenaje pa un euro de pez

Más dibujos (1)

martes, junio 20, 2006

voy a peor, lo se (necesito droga)

lunes, junio 19, 2006

Sigue la pena

jueves, junio 15, 2006

LA SEMANA 640

domingo, junio 11, 2006

Requiem por Seiscientoscuarenta

Amaneció el dia de golpe, con un sol casi de interruptor, que se colaba por la persiana lo justo para arañarme los parpados, a modo de alarma.
La alarma de la catastrofe, la que nunca está programada, la que te asalta igualmente en un buen que en un mal momento, para la que solo estas preparado cuando te preparas, y eso nunca pasa.
Con un escalofrío de mal fario me levanté y entré en mi habitación. Como siempre, pero diferente, me dirigía a la ronda informativa online de la mañana, imprescindible costumbre, pero un susurro de mal fario me recorrió el cuerpo al entrar en la habitación. Dicen que la muerte huele a frio, y en mi habitación el frío era claramente evidente. No observé nada destacable, y pese a mis extraños presagios, me autoconvencí de la normalidad reinante y sin querer indagar más fuí de nuevo a dormir un rato, o a dar vueltas en la cama, buscando el momento exacto en el que realmente estoy preparado para iniciar el día.
Pero nada mas cruzar la puerta, me acordé de el. Justo la noche anterior había estado preocupado por el tiempo que hacía que no lo alimentaba o le cambiaba el agua, y, natalia puede dar fé de ello, aproximadamente a las 3 de la mañana lo había acondicionado para que siguiera tranquilamente su vida peceril.
Los tiempos ahora habían cambiado, la relación había mejorado, empezaba a unirnos un pequeño hilo de algo que amenazaba con desvariar hacia el cariño. Ahora haciamos nuestro papel, de jefe y empleado, con los roles mucho más definidos y sabiendo ambos lo que podiamos esperar del otro. Así que volví a entrar para dar de comer a Seiscientoscuarenta.
Sin embargo, cual fué mi sorpresa, cuando con el pequeño bote en la mano, oh que recuerdos trae hasta mi ese bote, decía con el bote en la mano, no fuí capaz de localizar a seiscientoscuarenta dentro de la pecera. Pensé primero en un angulo muerto, en la angulación de la luz, el gua, mi somnolencia predominante, etc..., pero no, no lo encontraba. Dejé el bote y seguí pensando, recordando las veces que había escrito algo pensando en este pez como algo m´ñas que un vulgar pez naranja, y me lo imaginé aún de fiesta con sus colegas o que simplemente había salido a dar una vuelta y no había dejado ninguna nota. Todo por no pensar en lo peor. Asumida la realidad, fué momento de buscar por las zonas de peligro, es decir, alrededor de la pecera, donde el cruel oxigeno y la falta de humedad no podrían más que haber acabado con su vida. Sin embargo, la falta de evidencias, aún me hacía mantener la fé en una solución tan ilógica como inesperada, pero algo que lo explicara y que terminara en graciosa anecdota.
Hasta que lo vi.
Tumbado, inerte, frio, seco. Mi amigo, mi compañero, una parte más de mi que fué mia solo por apenas unos meses, un pequeño trozo de vida naranja que me recordaba la fragilidad del mundo y la simpleza de las cosas, la belleza de lo pequeño, la dependencia de los debiles y la responsabilidad del más privilegiado. Todo eso, y mucho más, muerto.
Muerto sobre mi cama, en un salto imposible y desesperado por huir a cualquier otro lugar, aunque seguro el tan solo queria escapar de ese microuniverso acristalado.
Tal vez quería tocar por sí mismo, y olvidarse de mirar tras su eterna vitrina. Sentir el calor de las sabanas en las que tantas noches me había visto a mi mismo dormir, notar el calor de la sociedad por unos momentos, sentirse diferente.
No puedo pensar en como lo pasaría, saltando y saltando, asfixiandose a cada bocanada, en el mismo lugar de la cama, tal vez gritando por su auxilio, mientras yo dormia tranquilamente dos puertas mas hayá, sin imaginarme el drama que se desarrollaba a escasos metros.
Me salpican, como él solía hacer, los ojos las lagrimas cuando pienso en esta perdida, y lo inutil de este suicidio. No puedo dejar de pensar en que tal vez si le hubiera escuchado más, si le hubiera tratado con el señorío que merecía, tal vez ni siquiera hubiera pasado por su cabeza la idea de dar ese salto hacia la muerte.
Tan solo espero ahora que esté donde esté, sea para mejor, y que si está en el cielo de los peces, cosa que espero, quiero decirle a Dios que le gusta comer 4 veces al día, que le excitan las peliculas de acción y que le gusta relajarse con los graves del sub-boofer a medio gas.
Que no le enfoque luces directas y que le de la libertad que yo no supe darle, pra que disfrute de la eternidad que se merece.

Un abrazo amigo, espero que sepas perdonarme como ahora yo he sabido entenderte.